26.11.10

La vida es ahora mismo.

[Trocitos de Sabiduría]

¿Recuerdas mi entrada anterior? Luego de haber pasado algunos días pensando en ese problema, escuché un audio-libro que me gusta mucho. "No estás deprimido, estás distraído", de Facundo Cabral. Y dos grandes grupos de palabras llamaron especialmente mi atención, ya que son mensajes que fácilmente puedo relacionar con el tema que ocupaba mi mente:

 "Haz sólo lo que amas y serás feliz. El que hace lo que ama está benditamente condenado al éxito, que llegará cuando deba llegar porque lo que deba ser será, y llegará naturalmente. No hagas nada por obligación o compromiso sino por amor, entonces habrá plenitud y en esa plenitud todo es posible y sin esfuerzo, porque te mueve la fuerza natural de la vida".
"Ahora que estás solo y tranquilo, olvida lo que eres porque eso es creación de los demás y escucha tu corazón. ¿Qué quieres ser? ¿Qué quieres ser ahora, porque la vida es ahora mismo? Olvida lo que crees que eres y comienza de cero ahora mismo, entonces convivirás con todos... fácilmente".

Sun life


Mi mente se ha abierto.

Besos,
Riri

21.11.10

¿Sueño o dinero?

[Mis anécdotas]

¿Estudiar una carrera que sea mi sueño y vocación aunque no tenga un amplio campo laboral, o una carrera que no sea lo que me apasione (aunque me guste un poco) pero me de soporte económico?




¿Qué harías tú? Me faltan dos años para entrar en la universidad, pero nunca tomo decisiones apresuradas así que no esperaré a que falte un mes para mi graduación para empezar a buscar carreras. Yo quiero trabajar, no quiero ser una mujer que cuide a su familia y ya. Incluso no pienso casarme hasta después de haber terminado la universidad y tener un trabajo serio. Lo que quiero decir con esto es que no me conformo con lo que he oído de muchas personas: "de todas formas tu esposo es el que te mantendrá". Que no me vengan a mí con esos cuentos.


¡Hasta la próxima!
Riri

20.11.10

"El Hijo", Horacio Quiroga.

[Textos]

 Es un poderoso día de verano en Misiones, con todo el sol, el calor y la calma que puede deparar la estación. La naturaleza, plenamente abierta, se siente satisfecha de sí.

Como el sol, el calor y la calma ambiente, el padre abre también su corazón a la naturaleza.

-Ten cuidado, chiquito -dice a su hijo, abreviando en esa frase todas las observaciones del caso y que su hijo comprende perfectamente.

-Si, papá -responde la criatura mientras coge la escopeta y carga de cartuchos los bolsillos de su camisa, que cierra con cuidado.

-Vuelve a la hora de almorzar -observa aún el padre.

-Sí, papá -repite el chico.

Equilibra la escopeta en la mano, sonríe a su padre, lo besa en la cabeza y parte. Su padre lo sigue un rato con los ojos y vuelve a su quehacer de ese día, feliz con la alegría de su pequeño.

Sabe que su hijo es educado desde su más tierna infancia en el hábito y la precaución del peligro, puede manejar un fusil y cazar no importa qué. Aunque es muy alto para su edad, no tiene sino trece años. Y parecía tener menos, a juzgar por la pureza de sus ojos azules, frescos aún de sorpresa infantil. No necesita el padre levantar los ojos de su quehacer para seguir con la mente la marcha de su hijo.

Ha cruzado la picada roja y se encamina rectamente al monte a través del abra de espartillo.

Para cazar en el monte -caza de pelo- se requiere más paciencia de la que su cachorro puede rendir. Después de atravesar esa isla de monte, su hijo costeará la linde de cactus hasta el bañado, en procura de palomas, tucanes o tal cual casal de garzas, como las que su amigo Juan ha descubierto días anteriores. Sólo ahora, el padre esboza una sonrisa al recuerdo de la pasión cinegética de las dos criaturas. Cazan sólo a veces un yacútoro, un surucuá -menos aún- y regresan triunfales, Juan a su rancho con el fusil de nueve milímetros que él le ha regalado, y su hijo a la meseta con la gran escopeta Saint-Étienne, calibre 16, cuádruple cierre y pólvora blanca.

Él fue lo mismo. A los trece años hubiera dado la vida por poseer una escopeta. Su hijo, de aquella edad, la posee ahora y el padre sonríe...

No es fácil, sin embargo, para un padre viudo, sin otra fe ni esperanza que la vida de su hijo, educarlo como lo ha hecho él, libre en su corto radio de acción, seguro de sus pequeños pies y manos desde que tenía cuatro años, consciente de la inmensidad de ciertos peligros y de la escasez de sus propias fuerzas.

Ese padre ha debido luchar fuertemente contra lo que él considera su egoísmo. ¡Tan fácilmente una criatura calcula mal, sienta un pie en el vacío y se pierde un hijo!

El peligro subsiste siempre para el hombre en cualquier edad; pero su amenaza amengua si desde pequeño se acostumbra a no contar sino con sus propias fuerzas.

De este modo ha educado el padre a su hijo. Y para conseguirlo ha debido resistir no sólo a su corazón, sino a sus tormentos morales; porque ese padre, de estómago y vista débiles, sufre desde hace un tiempo de alucinaciones.

Ha visto, concretados en dolorosísima ilusión, recuerdos de una felicidad que no debía surgir más de la nada en que se recluyó. La imagen de su propio hijo no ha escapado a este tormento. Lo ha visto una vez rodar envuelto en sangre cuando el chico percutía en la morsa del taller una bala de parabellum, siendo así que lo que hacía era limar la hebilla de su cinturón de caza.

Horrible caso... Pero hoy, con el ardiente y vital día de verano, cuyo amor a su hijo parece haber heredado, el padre se siente feliz, tranquilo y seguro del porvenir.

En ese instante, no muy lejos, suena un estampido.

-La Saint-Étienne... -piensa el padre al reconocer la detonación. Dos palomas de menos en el monte...

Sin prestar más atención al nimio acontecimiento, el hombre se abstrae de nuevo en su tarea.

El sol, ya muy alto, continúa ascendiendo. Adónde quiera que se mire -piedras, tierra, árboles-, el aire enrarecido como en un horno, vibra con el calor. Un profundo zumbido que llena el ser entero e impregna el ámbito hasta donde la vista alcanza, concentra a esa hora toda la vida tropical.

El padre echa una ojeada a su muñeca: las doce. Y levanta los ojos al monte. Su hijo debía estar ya de vuelta. En la mutua confianza que depositan el uno en el otro -el padre de sienes plateadas y la criatura de trece años-, no se engañan jamás. Cuando su hijo responde: "Sí, papá", hará lo que dice. Dijo que volvería antes de las doce, y el padre ha sonreído al verlo partir. Y no ha vuelto.

El hombre torna a su quehacer, esforzándose en concentrar la atención en su tarea. ¿Es tan fácil, tan fácil perder la noción de la hora dentro del monte, y sentarse un rato en el suelo mientras se descansa inmóvil?

El tiempo ha pasado; son las doce y media. El padre sale de su taller, y al apoyar la mano en el banco de mecánica sube del fondo de su memoria el estallido de una bala de parabellum, e instantáneamente, por primera vez en las tres transcurridas, piensa que tras el estampido de la Saint-Étienne no ha oído nada más. No ha oído rodar el pedregullo bajo un paso conocido. Su hijo no ha vuelto y la naturaleza se halla detenida a la vera del bosque, esperándolo.

¡Oh! no son suficientes un carácter templado y una ciega confianza en la educación de un hijo para ahuyentar el espectro de la fatalidad que un padre de vista enferma ve alzarse desde la línea del monte. Distracción, olvido, demora fortuita: ninguno de estos nimios motivos que pueden retardar la llegada de su hijo halla cabida en aquel corazón.

Un tiro, un solo tiro ha sonado, y hace mucho. Tras él, el padre no ha oído un ruido, no ha visto un pájaro, no ha cruzado el abra una sola persona a anunciarle que al cruzar un alambrado, una gran desgracia...

La cabeza al aire y sin machete, el padre va. Corta el abra de espartillo, entra en el monte, costea la línea de cactus sin hallar el menor rastro de su hijo.

Pero la naturaleza prosigue detenida. Y cuando el padre ha recorrido las sendas de caza conocidas y ha explorado el bañado en vano, adquiere la seguridad de que cada paso que da en adelante lo lleva, fatal e inexorablemente, al cadáver de su hijo.

Ni un reproche que hacerse, es lamentable. Sólo la realidad fría, terrible y consumada: ha muerto su hijo al cruzar un... ¡Pero dónde, en qué parte! ¡Hay tantos alambrados allí, y es tan, tan sucio el monte! ¡Oh, muy sucio ! Por poco que no se tenga cuidado al cruzar los hilos con la escopeta en la mano...

El padre sofoca un grito. Ha visto levantarse en el aire... ¡Oh, no es su hijo, no! Y vuelve a otro lado, y a otro y a otro...

Nada se ganaría con ver el color de su tez y la angustia de sus ojos. Ese hombre aún no ha llamado a su hijo. Aunque su corazón clama par él a gritos, su boca continúa muda. Sabe bien que el solo acto de pronunciar su nombre, de llamarlo en voz alta, será la confesión de su muerte.

-¡Chiquito! -se le escapa de pronto. Y si la voz de un hombre de carácter es capaz de llorar, tapémonos de misericordia los oídos ante la angustia que clama en aquella voz.

Nadie ni nada ha respondido. Por las picadas rojas de sol, envejecido en diez años, va el padre buscando a su hijo que acaba de morir.

-¡Hijito mío..! ¡Chiquito mío..! -clama en un diminutivo que se alza del fondo de sus entrañas.

Ya antes, en plena dicha y paz, ese padre ha sufrido la alucinación de su hijo rodando con la frente abierta por una bala al cromo níquel. Ahora, en cada rincón sombrío del bosque, ve centellos de alambre; y al pie de un poste, con la escopeta descargada al lado, ve a su...

-¡Chiquito...! ¡Mi hijo!

Las fuerzas que permiten entregar un pobre padre alucinado a la más atroz pesadilla tienen también un límite. Y el nuestro siente que las suyas se le escapan, cuando ve bruscamente desembocar de un pique lateral a su hijo.

A un chico de trece años bástale ver desde cincuenta metros la expresión de su padre sin machete dentro del monte para apresurar el paso con los ojos húmedos.

-Chiquito... -murmura el hombre. Y, exhausto, se deja caer sentado en la arena albeante, rodeando con los brazos las piernas de su hijo.

La criatura, así ceñida, queda de pie; y como comprende el dolor de su padre, le acaricia despacio la cabeza:

-Pobre papá...

En fin, el tiempo ha pasado. Ya van a ser las tres...

Juntos ahora, padre e hijo emprenden el regreso a la casa.

-¿Cómo no te fijaste en el sol para saber la hora...? -murmura aún el primero.

-Me fijé, papá... Pero cuando iba a volver vi las garzas de Juan y las seguí...

-¡Lo que me has hecho pasar, chiquito!

-Piapiá... -murmura también el chico.

Después de un largo silencio:

-Y las garzas, ¿las mataste? -pregunta el padre.

-No.

Nimio detalle, después de todo. Bajo el cielo y el aire candentes, a la descubierta por el abra de espartillo, el hombre vuelve a casa con su hijo, sobre cuyos hombros, casi del alto de los suyos, lleva pasado su feliz brazo de padre. Regresa empapado de sudor, y aunque quebrantado de cuerpo y alma, sonríe de felicidad.

Sonríe de alucinada felicidad... Pues ese padre va solo.

A nadie ha encontrado, y su brazo se apoya en el vacío. Porque tras él, al pie de un poste y con las piernas en alto, enredadas en el alambre de púa, su hijo bienamado yace al sol, muerto desde las diez de la mañana.




Siempre que leo este cuento siento escalofríos. Horacio Quiroga... ¡Qué genio! A muchas de mis amigas les parece grotesca y desagradable su forma de escribir (claro, siendo naturalista, ¿qué esperaban?). Debo decir que, aunque tienen algo de razón, a mí me gusta, me hace vivir sus cuentos, me pone nerviosa. "El Almohadón de Plumas" me estremece. ¡Qué decir de "La Gallina Degollada"!
No he leído todos los cuentos, pero sí más o menos diez. Quería publicar éste pues encontré unas copias que me dio mi maestra el año pasado y lo recordé.

Riri

12.11.10

"Depressed stance"?

[Trocitos de Sabiduría]


TRADUCIENDO: Esta es mi "posición de depresión"... Cuando estás deprimido, el modo en que te paras hace mucha diferencia... La peor cosa que puedes hacer es pararte recto y sostener en alto tu cabeza porque entonces empezarás a sentirte bien... Si vas a obtener alguna alegría de estar deprimido, debes pararte así.


Me sorprende lo cierto que puede ser este pequeño cómic de Charlie Brown, y hasta me avergüenza saber que, a veces, es cierto eso de "if you're going to get any joy out of being depressed"... Porque a veces, al menos en mi caso, me deprimo porque quiero y le huyo a la sonrisa y alegría. Claro que hay días en que no puedo hacer nada y existe una razón para estar triste, pero hay otros donde puedo escoger la felicidad y decido quedarme encorvada como Charlie. ¡A cambiar, entonces!


Riri


P.D.: ¡Gracias por el par de consejos que recibí! Respecto a eso, le conté todo a mi amiga y por el momento no pienso en alejarme de ella si no que en ayudarla como me dijeron... Y exacto, Ninna, yo creo que ella me necesita (como yo a ella...), y ella sabe que hablan de ella de esa forma y le duele, pero al no ser todo cierto no puede "cambiar" en algunos puntos. En los que sí puede cambiar es en lo que quiero ayudarla. Como también me dijo Una mente un poco complicada, me alejaré si es necesario pero no lo considero así en este momento. ¡Igualmente muchas gracias!
Ahora, a todos, gracias por leer mis entradas y seguir mi blog :)

11.11.10

¿Debería...?

[Mis anécdotas]

¡Hola! Necesito consejos... Tengo una amiga, en ella confío en más que nadie. Mi amiga... no tiene, por así decirlo, la mejor de las reputaciones. Ella casi no sale y nunca ha tenido novio. Tiene una familia difícil y a veces pareciera que "no cree en nada" (nada espiritual, lo que para algunas de mis maestras de mi colegio -es católico- les parece lo más horrible del mundo, y yo no creo que esté bien pero tampoco para alejarme de personas así, todos somos iguales a fin de cuentas). La cosa es que sí cree en Dios pero no practica lo que "debería". Ella también ha fumado (dejó de hacerlo por un trato que hicimos) y tomado, pero en fin de cuentas eso lo hacen hasta las que parecen "buenas niñas", aunque sea dañino. También ha probado otras cosas... Pero ella jamás me ha dicho "ven a fumar" o algo parecido. Nunca ha hecho nada de eso cerca mío e incluso me ha "prohibido" hacerlo, no quiere que yo lo haga y por eso dejó de fumar para no parecer la gran hipócrita.

El problema es que una maestra (esto pasó en agosto, pero hasta ayer me enteré) llamó a mi mamá y le contó todo esto (y encima mentiras que la maestra cree que son verdades, como que mi amiga "sale a donde se le da la gana y cuando quiere", y eso que entra más en la categoría de introvertida). Hoy quería salir con esta amiga y mi mamá, anoche, me preguntó que por qué decían que ella no era una buena influencia. Hablamos, me explicó lo que le habían dicho, etc. Ella antes tenía incluso una buena visión de mi amiga, pero por otras cosas que le dijeron personas aparte de la maestra "cambió". Entonces hablábamos de ella... y al final le expliqué que quizás ella no era perfecta pero jamás influía sobre mí en cosas malas, que incluso lo hacía en cosas buenas como animarme a aplicar a una beca o asuntos parecidos.

Lo que les quería preguntar era... ¿debería contarle a mi amiga? Es más como mejor amiga, no una simple amiga, y ella ya me ha preguntado si le cae bien a mi mamá y me ha contado de que varios adultos hablan de ella como si fuera el demonio en persona. Nos contamos todo, no es el tipo de amistad de "le cuento lo que es más fácil y menos secreto y ella igual", incluso sabemos cosas una de la otra que nadie más sabe. Además, no sólo lo haría para que ella sepa, también para desahogarme, porque debo decir que me molestó saber que le contaban cosas a mi mamá. Entonces, ¿debería? Lo siento si no me expliqué bien, voy con prisa.


Esperando respuesta en menos de quince minutos (me voy a ir en un rato), pero sin presionar a nadie,
Riri

9.11.10

The land of tears.

[Trocitos de Sabiduría]


It is such a secret place, 
the land of tears.

(Es un lugar secreto, la tierra de las lágrimas.)
-The Little Prince, Antoine de Saint-Exupery


Hasta otra entrada.
Riri

Nicholas Nickleby de Charles Dickens.

[Mis anécdotas]


"What happens when the light first pierces the dark dampness in which we have waited? We are slapped and cut loose. If we are lucky, someone is there to catch us and persuade us that we are safe. But are we safe? What happens if, too early, we lose a parent? That party on whom we rely for only everything? Why, we are cut loose again and we wonder, even dread whose hands will catch us now? There once lived a man named Nicholas Nickleby..."




Ayer vi "Nicholas Nickleby", película basada en la novela de Charles Dickens con el mismo nombre. ¿Qué te digo? ¡Me encantó! Puedo decir que me enamoré de Nicholas... Bueno, en realidad no puedo decirlo porque es un personaje ficticio nada más, pero si me lo encontrara en la vida real sería un sueño. Es bondadoso y noble. Muy pocos personajes llegan a fascinarme de la forma en que lo hizo éste... Por eso leeré la novela, que tiene varios cientos de páginas, en algunas ediciones más de novecientas. Busqué el libro en el sitio de Internet de dos librerías a las que siempre voy en busca de nuevas historias, pero al parecer no lo tienen. Puede que la página esté mal, por lo que consultaré directamente con los lugares... Pero, para mientras, leeré en la computadora, aunque no me agrade. Encontré la novela en inglés en gutenberg.org, no para descargar sino para leerla directamente ahí, y como permiten leerla sin costo e incluso reproducirla, me siento libre de hacerlo. Quiero leerla en inglés pues no hay nada mejor que el idioma original de un libro... Lástima que yo sólo sé dos idiomas, inglés y español, y deba leer traducciones de libros alemanes, italianos, franceses... Pero de eso no se trata esta entrada.


"La vida y las aventuras de Nicholas Nickleby", título en español, se publicó por entregas entre los años 1838 y 1839; fue la tercera novela de Dickens.

La novela gira alrededor de la vida Nicholas Nickleby, que debe encargarse de su madre y hermana cuando su padre muere. Viajan a Londres a pedir ayuda a su tío Ralph, y éste lo envía como tutor a una escuela donde los alumnos son brutalmente maltratados. Nicholas escapa con un huérfano y luego se da cuenta de que su tío está rompiendo y explotando a la familia. Una larga serie de acontecimientos le sigue a eso... Pero no pienso arruinarle la historia a nadie. En fin, lo que sí te digo es que espero que la novela dramática me atrape como lo hizo la película. No hay que juzgar un libro por su película, pero si la película no fue mala espero mucho más del libro. Pienso que los largometrajes de los clásicos son mejores que los basados en novelas recientes, como si no arruinaran por completo la obra literaria... Al menos con los que he leído, visto y luego comparado.

No empezaré a leer hoy, sino quizás hasta la otra semana (estaré fuera de casa varios días de estos).

¿Ya lo has leído?
Riri